Cuando una pareja descubre que la mujer está embarazada, por lo general quiere compartir su alegría con familiares y amigos. En los últimos años, ha venido aumentando el número de parejas que se quedan en silencio durante los primeros 2 o 3 meses. Una de las razones puede ser porque los médicos hablan del riesgo del aborto espontáneo. No quieren compartir la noticia hasta que no sea "seguro" que tendrán un bebé. Habiendo pasado varias veces por esta situación, quisiera compartir mi aprendizaje con ustedes.
A pesar de que el riesgo disminuye, no se puede garantizar que después de los 3 meses todo irá viento en popa. A partir del comienzo de una nueva vida, lógicamente, existe el riesgo de muerte. El corazón de los padres acepta y ama al bebé desde el momento en que sabe que existe, incluso conociendo este riesgo. Es por eso que convertirse en padre y madre es volverse totalmente vulnerable y requiere de gran valentía pues se ama a través y por encima del dolor.
La muerte de una persona, y más aún en el caso de un hijo, supone una gran tristeza y desolación. Quien pierde un hijo, sin importar su edad, pasa por un proceso de luto. Cuando una pareja que ha mantenido en secreto el embarazo sufre la pérdida del hijo, el luto que ya de por sí es difícil lo viven solos. Al ser un evento traumático, se supera mejor con el apoyo de familiares y amigos que en silencio y soledad. Una pareja que comparte la noticia pronto cuenta con más recursos para afrontar la pérdida.
Nadie habla de los detalles que envuelve tal evento porque se ha vuelto un tabú. Pero hay que saber que, a veces, tras un aborto espontáneo la mujer requiere que se le realice un legrado o una cirugía debido a alguna complicación. Esto supone que pasará buena parte del día en el hospital, regresará a casa con molestias parecidas a las de un parto y requerirá a veces cuidados especiales (como guardar reposo). No haber hablado sobre el embarazo puede poner a la mujer en la situación de tener que hablar ahora sobre las dos cosas, el embarazo y la pérdida, al mismo tiempo. O no hablar de ninguno de los dos temas. Siendo la pérdida de un hijo un evento que tiene alto impacto en la vida de cualquier persona, los obstáculos para procesarlo ponen a la pareja en una situación de desventaja para salir adelante.
En la actual sociedad, gran número de parejas comienzan a ver al hijo como un derecho. De ahí que la bioética ahora tenga que lidiar con la fertilización in vitro y los miles de embriones congelados que son luego desechados o usados para investigación. Esto a su vez sitúa al hijo en la categoría de posesión como si fuera un bien material. Desde esa óptica, perder un bebé es un fracaso ya que representa perder algo que la pareja considera suyo. La filosofía personalista habla de que las personas son en sí un fin, nunca un medio para conseguir la felicidad, la realización, etc. Así el regalo no es el hijo sino el hecho de ser padres. Quien tiene hijos (vivos o que ya se han ido) descubre que son prestados. Viendo las cosas de esa manera la muerte no es un fracaso sino el destino final de todos.
Una nueva vida ya es una feliz noticia, no hace falta esperar a que "se logre" pues es ya un milagro de amor. Lo que pase después será una escuela para que toda la familia ame más y mejor. Y solo hay una manera de salir victoriosos pase lo que pase: juntos.